Así no, San Martín. El equipo de Pablo De Muner no pudo hacer valer en Campana el ‘triunfazo’ previo ante Belgrano y, al menos de su parte, abrió las puertas de una posible consagración anticipada del “Pirata” este lunes. Incluso más, comprometió el segundo puesto que podría perder cuando Instituto visite hoy a Flandria.
Parece que no hay manera. A San Martín le está costando demasiado de visitante (cuarto partido consecutivo sin victorias y tercera caída en el certamen en tal condición).
Ante el modesto Villa Dálmine, otra vez no dio la talla. San Martín regaló el primer tiempo. En el segundo mejoró un poco, pero no le alcanzó y encajó una derrota 2-0, dolorosa e inesperada.
Antes que nada: no se entiende qué quiso hacer De Muner con la formación inicial que plantó en El “Coliseo de Mitre y Puccini”.
Había que reemplazar a los lesionados Nicolás Sansotre y Cristian Llama. Y el entrenador sorprendió con un dibujo extrañísimo.
Jugar con línea de tres atrás (Hernán Lopes-Hernán Pellerano-Lucas Diarte) lo tornó frágil. Y la inclusión de Juan Imbert y, sobre todo, de Franco Quiroz en el medio no arrojó dividendo alguno y dejó al equipo anémico de fútbol.
De todas formas, es difícil evaluar la pertinencia del insólito dibujo, porque el cero duró lo que un suspiro.
Al minuto tres, ya el “Viola” había levantado de sus asientos a los plateístas: golazo de Francisco Molina, chanfle y comba para desactivar la débil resistencia de un adelantado Nicolás Carrizo.
San Martín fue a buscarlo con insistencia, pero con nula claridad. Se abonó a centros previsibles. Y se siguió exponiendo atrás.
Y eso que Dálmine llegaba contando las monedas (los puntos), con el único objetivo de mantenerse de pie en el suelo resbaladizo que supone la tabla de posiciones para los equipos que luchan por no descender. Y lo jugó como debía, como una final a cuatro fechas de la bajada de telón.
Cómodo con el resultado, el “Viola” se acomodó también con el trámite: entregó pelota y terreno, y aun así estuvo más cerca del segundo que el “Santo” del empate.
En el entretiempo, De Muner se fue al vestuario rapidito y con la cabeza gacha. Previsiblemente, sacó a Imbert y a Quiroz, y apostó por el juego de Valentín Larralde, y por una “torre” como Bruno Nasta y el doble nueve (luego devenido en triple, con la entrada de Mauro Verón).
No alcanzó, pese a que Dálmine empezó a sentir el transcurso del partido, que se jugó cada vez más cerca del sólido arquero Alan Sosa.
Ya en el amanecer del complemento, la visita tuvo dos veces el empate por vía aérea. Luego se fue diluyendo y ni siquiera dio resultado ir “a la carga Barracas”. Ya sobre el final, cuando Pellerano vio justificadamente la roja, Nicolás Bertochi cobró el correspondiente tiro libre con un misil y sentenció la historia.
En la semana, De Muner tuiteó “no escucho y sigo”. Después de Campana, podría agregar “no leo (el partido adecuadamente) y sigo”. Y cuando esto sucede, sin quitarle a los jugadores la responsabilidad que les cabe, San Martín tristemente se convierte en un equipo del montón.